Los últimos Jedi

De pequeña, mis películas favoritas eran las de La Guerra de las Galaxias. Era una época más civilizada en la que los magos del espacio se llamaban yedis y no yedais y, como las estrellas sabían a poco, en el doblaje se fueron directos a por las galaxias. No recuerdo exactamente cuántas veces vi la trilogía durante mi infancia pero sospecho que fueron un montón. En algún momento empecé a organizar a mis hermanos y a mis primos pequeños para «jugar a los ewoks». El otro primo mayor y yo nos poníamos a sujetar los extremos de la escoba de la abuela y los más pequeños se iban colgando por turnos mientras nosotros caminábamos. Los llamábamos paseos ewoks y creo que todos teníamos clarísimo que ese viaje terminaba en la cazuela. Que los adorables peluchines eran antropófagos.

Y Leia. Podría tirarme páginas y páginas hablando de lo que Leia significó para mí mientras crecía. (Otro día).

Fui a ver La amenaza fantasma el fin de semana del estreno. Recuerdo que se me abrió el vaso de cocacola y se me cayó todo encima a media película y ese no es el peor recuerdo que tengo de aquel día. El ataque de los clones lo vimos la primera vez que lo pusieron por la tele, ya ni me molesté en ir al cine. La venganza del Sith ni la vi1.

Así estábamos cuando se estrenó El despertar de la fuerza.

 

 
No me esperaba nada bueno de la película. Además fui bastante tarde a verla. Había tenido poco cuidado evitando spoilers y ya sabía que ya sabes quién moría ya sabes cómo, por ejemplo.

Me encantó. En serio. Diría que no recordaba pasarlo tan bien el el cine en la vida, pero sería mentira porque Pacific Rim existe (y marcó casi exactamente las mismas casillas). El despertar de la fuerza no es una película perfecta, pero se acerca mucho en algunos momentos. Para mí, la presentación de Rey (la mejor introducción de un personaje que recuerdo), su primer vuelo en el Halcón milenario y la pelea en la nieve.

La película funciona de maravilla, no me cuesta reconocerlo por mucha relación de amor-odio que tenga con Abrams. Para mí, su mayor mérito fue devolverme al fangirlismo extremo del que me sacaron las precuelas.

Llevaba dos años seguidos en lo más profundo del infierno Star Wars cuando se estrenó Los últimos Jedi.
 

 
Me ha gustado todavía más. Esta vez iba a prueba de balas y no tenía ni idea de lo que iba a ocurrir. Me lo pasé tan bien que es la primera película que veo dos veces en el cine: la primera doblada y la segunda en versión original. No me costaría nada ir una tercera.

Lo que hacen Rian Johnson y el resto del equipo aquí es alucinante. Cuando la vuelva a ver en casa, cuando salga el blu-ray y pueda pausar fotograma por fotograma, lo haré tomando notas para escribir otra entrada con más calma. Qué gozada, aún no me lo creo del todo, de verdad.

Y las mujeres. Rey, Rose, Leia y Holdo, todas las demás que salen TODO EL RATO en escena. Sé que suena tópico, pero es la primera vez que salgo con la sensación completa de que Star Wars también es para mí. Que no tengo que hacerme un sitio a codazos y poner orden entre mis primos cuando insisten en que ser un ewok está bien, pero que las chicas no pueden pilotar el Halcón.

Esta misma noche empiezo a leer Leia, Princesa de Alderaan. Por Holdo.

 
 
1. [Vale, terminé viéndola entera hace un par de años, cuando ya estaba reconciliada con la saga.]

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